(vuelta de honor tras la entrega del trofeo)
A partir de ahí todo fue una fiesta. La entrega de la copa, los fuegos artificiales, la vuelta de honor, el himno del centenario cantado una y otra vez. Acabamos sin voz, pero mereció la pena. A partir de ahí, finalizaba la razón de ser del viaje y teníamos que iniciar el regreso a casa, que comenzó con una espera kilométrica (sin exagerar) en una cola organizada por la policía montada (los caballos parecían elefantes, y no por la trompa, sino por lo altos y grandes que eran), la cual nos llevó entre las calles de la zona aledaña del estadio, hasta la estación de tren, donde cogimos de nuevo el tren que nos llevó al centro de Glasgow. Aun quedaban varias horas para embarcar y teníamos que reponer fuerzas. ¿Dónde íbamos? Pues al mismo sitio donde estuvimos durante la tarde, donde nos encontrábamos como en casa. Eso sí. La cena fue un show, ya que la carta no era barata que digamos, y los pounds ya iban escaseando en nuestras carteras. Pero así y todo, comimos y bebimos: Cruzcampo, pan catalán (lo más barato de la carta), unas patatas fritas (lo 2º más barato) entre las que metimos el queso que había sobrado del viaje (tenía el mismo color que las patatas) y unas aceitunas (concretamente 3 platos) que no venían en la carta, pero que tampoco fueron muy caras. Además, había que reservar pounds para pagar el taxi de vuelta al aeropuerto.
Cuando habíamos bebido y comido lo suficiente, decidimos emprender el camino del aeropuerto. En ese momento descubrimos que hay piratas en todos lados. Al empezar a buscar un taxi, el primero que encontramos fue un señor, que no era taxista, pero ponía su coche a disposición de los viajeros por un precio negociado, independientemente del taxímetro (ya que carecía de él). Nos cobró 25 pounds y en unos minutos, llegamos al aeropuerto. No recuerdo bien, pero creo que faltaban 2:30 ó 3 horas para embarcar. El aeropuerto estaba lleno de gente, de las 2 aficiones, sentadas y dormidas por todos los pasillos y rincones. Daba la impresión de que había ocurrido una catástrofe y que todos estábamos refugiados en el aeropuerto, esperando a recibir comida, mantas y ayuda para nuestra supervivencia. Nosotros, para no distorsionar el ambiente, también nos acoplamos en un pasillo, donde, como los perrillos, hicimos un huequito y nos enroscamos para descansar algo (el que pudiera).
(la hora del descanso, o algo así)
A partir de ahí, embarcamos, volamos de vuelta a Alicante, recogimos el coche del parking y a deshacer los kilómetros de la noche anterior. Poco más hay que contar del viaje, ya que el cansancio pudo con la mayoría de nosotros. Todos durmieron de regreso, excepto los conductores. Paramos para comer en Riofrío (Granada), donde tomamos un gazpacho con todo tipo de picatoste, unas migas y un pescado al horno, todo en un restaurante rústico, en un ambiente tranquilo, con poca gente, pero con unas ganas de cachondeo que teníamos, donde a todo le encontrábamos el lado humorístico. Después del café proseguimos el viaje, y llegamos a Alcalá sobre las 5:30-6 de la tarde del jueves.
La aventura había llegado a su fin, de forma exitosa, en todos los sentidos. Lo único que quedaba era ir a Sevilla a recibir al equipo para celebrar el título, igual que el año anterior. Algo para lo que no tuve ni fuerzas ni ánimos, ya que lo único que me pedía el cuerpo era una buena ducha y el sofá. Y eso hice. Celebré el título descansando en el sofá de mi casa (ese que tanto eché de menos la noche anterior en el aeropuerto), donde volví a vivir los momentos tan intensos del día anterior.
Sólo espero no tener que ver pasar otros 60 años para volver a celebrar in situ otro título de mi equipo.