Esa es la palabra que define el sentimiento que tengo hoy, 24 horas tras el partido de 1/8 de final de Champions, de lo vivido en el Ramón Sánchez Pizjuan durante y tras la finalización del mismo. He querido dejar pasar éste tiempo para resumirlo en pocas palabras. Ayer hubiese necesitado páginas y páginas para describir lo que los sentimientos de todos querían expresar.
Por eso, hoy, sólo lo califico como desilusión, impotencia, resignación, y una vuelta al Sevilla de siempre, ramplón, inofensivo e inocente en los momentos más importantes. Ayer se jugó contra ese fantasma del pasado que siempre ha perseguido a nuestro equipo, ese que le ganó la partida a los 15 minutos de partido cuando estaba todo ganado y le llevó al suicidio deportivo, y posterior autoeliminación de la competición. Ayer jugó contra sí mismo y perdió.
En cambio, otros nunca podrán decir que llegaron a éste nivel de competición, ni que estuvieron 18 meses liderando la clasificación mundial de clubs, ni que ganaron 5 títulos en 15 meses, ni que barrieron del campo a equipos tan grandes como R. Madrid y Barcelona en sendas finales de Supercopa, ni que sintieron tantas y tantas emociones contrapuestas, ni que......para qué seguir. Sólo se consuelan celebrándolo al más puro estilo de fin de feria con tracas y cohetes (con la que tienen encima).
Eso es lo que me hace pensar y sentir con mayor fuerza si cabe, a pesar de lo vivido ayer, ese sentimiento rojiblanco que permanece tan arraigado en mi.
Sevilla Hasta la muerte, y que esta imagen no vuelva a repetirse jamás en la Bombonera de Nervión, cuna del futbol de nuestra ciudad, SEVILLA.
