miércoles, 7 de mayo de 2008

Las tradiciones de nuestra infancia

Pasan los años y cada vez se conservan menos tradiciones de nuestra infancia. Ya no se juega al trompo, ni a las canicas, ni a la lima,... nada que no sea la play, la nintendo o ver la televisión. Es una pena, y en gran parte la culpa es nuestra, ya que no "perdemos" el tiempo en transmitir a nuestros hijos los juegos y entretenimientos con los que pasamos tantas y tantas horas de nuestra infancia.

En estos días, en el barrio donde vivo, teniendo en cuenta la fecha en que estamos y recordando nuestras tradiciones, un grupo de vecinos con hijos de edades entre 5-8 años estamos preparando una Cruz de Mayo para que nuestros hijos vayan aprendiendo a compartir con nosotros alguna de esas tradiciones que no queremos que se pierdan en el tiempo. Hemos construido un paso (a escala según su estatura, evidentemente) con el que ya empezaron a disfrutar en estos días. Al parecer no les ha disgustado mucho por el éxito que está teniendo.

Os dejo unas fotos para que lo podais ver, y para los que teneis cierta edad y hayais hecho algo parecido en vuestra infancia, que podais recordarlo.


La igualá

La primera chicotá


El Libro

No es fácil escribir y dar sentido y significado a nuestros pensamientos. Y menos aún cuando has de hacerlo sobre un tema concreto y con un número de palabras determinado. Aquí os dejo el mini relato que ha hecho mi amiga Bea. El tema es "el libro", y sólo podía tener una extensión de 150 palabras. Algo complicado, ¿verdad? A mí me ha parecido bastante bueno y con un mensaje importante. A ver qué os parece.

"El día estaba gris; comenzaba a caer una fina lluvia que Sofía agradeció. Le encantaba pasear bajo el orvallo, sentía las gotas como una suave caricia que le relajaba. El resto de los viandantes comenzaban a aligerar el paso mientras ella caminaba despacio por el paseo marítimo inmersa en sus pensamientos. Pero algo le hizo tropezar y salir de su abstracción. Miró hacia abajo y se encontró un libro, se agachó a cogerlo y lo miró detenidamente, su encuadernación estaba envejecida y sucia… alguien le había dado mucho uso. Lo abrió por la primera página y se encontró una dedicatoria manuscrita que decía: “Si alguna vez sientes que la oscuridad no quiere abandonarte, ábrelo, él te dará la luz que necesitas para seguir el camino”.

Sofía dudó un momento, miró alrededor, había dejado de llover, pero no había nadie paseando, decidió quedárselo… quizás algún día ella también necesitara esa luz."

(Gracias Bea por darme la oportunidad de publicarlo y compartirlo)